Desde una perspectiva existencial se puede entender a los valores como elementos que permiten proyectarse en el futuro dandole sentido a nuestras vidas y realidad. Aunque esto no es todo, en realidad los valores tambien influyen indirectamente en la forma en que comprendemos nuestro pasado y por lo tanto en el significado que le damos a las cosas.
Todo valor y antivalor proviene del deseo y por lo tanto el sentido como el significado también están teñidos por ello, pero cuando investimos la realidad con nuestro deseo, este deseo queda implícito, como consecuencia nos comportamos en base a una realidad que nosotros mismos hemos creado, quedando de esta manera esclavos de nuestros propios deseos. Entonces, la realidad se transforma en un intrincado laberinto del cual es dificil distiguir lo real de desfigurado por nuestro propio deseo.
Propongo, para descubrir la forma en que se estructura psiquicamente el significado y sentido a partir del deseo, un ejercicio: se puede partir de cualquier deseo presente, cualquier cosa aunque paresca muy superficial es útil, luego pregunte a la persona sobre el para qué quiere hacer eso, luego que le responda, intente indagar más profundamente en el para qué de esa segunda respuesta y siga así sucesivamente, siempre cuestinando sobre lo que persigue obtener esta persona, hasta que que sienta que ha llegado al tope, se encontrará en la parte más alta de la piramide axiológica de la persona. A continuación preguntele sobre el por qué de ese propósito, en otras palabras, que ocurriría si eso valorado no ocurriera, espere la respuesta, y nuevamente cuestione el porqué de esa respuesta y así sucesivamente hagalo con todas las respuestas, hasta que sienta que ya no puede seguir más, en este punto se encontrará en la parte contraria o oscura y más baja de la escala axiológica de la persona, aquello de lo que escapa y se mantiene oculto como un deseo insatisfecho.
Mientras mayor es la distancia entre los dos principios o valores extremos menor es el nivel de integración de la persona.