miércoles, 24 de junio de 2015

Reflexión sobre una experiencia de prevención de drogas

Rodrigo González, Junio de 2015

“No des vuelta al pasado, pues no lo puedes cambiar, que no te agobie el futuro, porque no sabes si llegará. Disfruta y vive el presente porque una vez que se vaya nunca más volverá”
Mensaje escrito en un muro de un sector dominado por el narcotráfico en Alto Hospicio.

Dentro de la institucionalidad dedicada a la prevención de drogas conviven dos formas de trabajo algo inconsistentes: desde el comienzo, las orientaciones técnicas se han centrado en la vulnerabilidad del individuo frente a los factores de riesgo, hoy la institución se debate por una nueva perspectiva que apunta a la construcción de una cultura preventiva que promueva estilos de vida más saludables.
Uno de los principales factores de riesgo que se trabaja es la percepción de riesgo. Por eso los colegios se han acostumbrado a solicitar la entrega de información a los alumnos sobre las consecuencias del uso de drogas a mediano y largo plazo.
En ese contexto, mientras se realizaba una charla sobre el efecto de las drogas en un colegio con alta vulnerabilidad, un grupo de jóvenes manifestó su desacuerdo respecto a la excesiva preocupación por el futuro que se exponía en la presentación. Específicamente expresaron que la gente consumía drogas  para disfrutar la vida, y que no tenía sentido prevenir porque no sabían si mañana seguirían vivos. Este no es un discurso aislado, se ha expresado varias veces a los profesores. E incluso, algunas familias han escrito este mensaje en las paredes del barrio.
Efectivamente, la prevención lleva implícita una noción temporal que no es compartida por todos, en lo concreto se pide a las personas que se abstengan de sentir placer en el presente a cambio de tener un mejor bienestar en el futuro. La noción de riesgo también varía según el contexto, para estos jóvenes lo riesgoso es desaprovechar la oportunidad de disfrutar en el aquí y ahora, en cambio para el servicio el riesgo implica un efecto a mediano y largo plazo.

El sentido patriarcal de la prevención de drogas
La prevención no ocurre en el vacío, como se explicará, la necesidad de prevenir es parte de una preocupación general que tiene nuestra cultura por controlar los modos de vida de las poblaciones humanas.
Una cultura puede ser entendida como  una red cerrada de conversaciones que define una manera de convivir humano. En particular, la cultura dominante en nuestra civilización es la patriarcal, esta constituye un modo de coexistencia que valora el poder, la competencia, la lucha, las jerarquías, la apropiación, el dominio y el control. El patriarcado se funda en la desconfianza, en la creencia de que vivimos en un mundo lleno de riesgos que pueden dañarnos, y que en consecuencia debemos eliminar o controlar aquellas amenazas mediante el uso de la fuerza. En nuestra cultura patriarcal, las instituciones oficiales se adueñan de la verdad y se apropian el derecho de decidir lo que es legítimo sobre cómo deben conducir sus vidas. Cualquier opinión o conducta que se aleje de aquello que se ha definido como legítimo es atacado con argumentos, en tanto les es legítimo controlar las reacciones corporales de quienes quedan invalidados en su vivir (Maturana y Verden-Zöller, 1993; Maturana, 1997).
En la cultura patriarcal, las instituciones oficiales perciben la droga y quienes la promueven como enemigos que hay que combatir, y los consumidores de droga son vistos como sujetos débiles y fuera de control, que son una amenaza contra sí mismos y la sociedad.
Tras la entrega de información se esconde una perspectiva cognitivista (Varela, 2005).  En base a esta mirada, la escasa percepción de riesgo, no es considerada como una opinión válida sobre la que se puede llegar a un consenso, sino como una situación que debe ser corregida, mediante la entrega de información objetiva que invalide la experiencia del otro.
Por otra parte, las organizaciones dedicadas al narcotráfico también se hacen partícipes de la cultura patriarcal, tomando a las instituciones oficiales como enemigos, apropiándose de un territorio y su población, y creando medios de control alternativos a los medios oficiales de socialización.
Según Maturana (1997) las diferentes formas de distinguir un fenómeno, se derivan de las diversas coherencias operacionales y de cómo estas logran acoplarse de mejor manera con una explicación más que con otra.
Un aspecto de la experiencia especialmente sensible es la noción de temporalidad. Los seres vivos existimos en la continua transformación de nuestra corporalidad en torno a la conservación de una identidad relacional, el funcionamiento del sistema nervioso es discontinuo y solo aparece en continuidad temporal en la operación sensorio-motriz de un organismo con su entorno. La forma en que se percibe el tiempo depende de la estructura del observador, las secuencias temporales son  constructos explicativos a los que se recurre para dar sentido a los fenómenos que se presentan en el aquí y ahora, la temporalidad se presenta en función de los patrones de acoplamiento en el espacio de relación en el cual el sujeto se encuentra (Romero, 2010; Varela, Thompson y Rosch, 1992). Seguidamente, se plantea que la noción de tiempo emerge progresivamente desde la noción de espacio y es dependiente de los contextos de uso donde se presenta (Romero e Higuera, 2006). 
La relación con las drogas define una forma particular de mantener la organización que se logra por las diversas formas de acoplamiento que ofrece el consumo (Romero, 2008). La droga puede ser entendida como un objeto mediacional en torno al que se construye el espacio de relación. Es en este espacio de relación donde se construye una red de conversaciones que definen una manera característica de vivir. En concreto, los consumidores de droga viven una experiencia inmediata donde se vive el cambio de estado afectivo producto del consumo y una experiencia mediata que valida la experiencia inmediata. En este caso, la concepción mediata del tiempo que se da en estos grupos es presentista, en tanto valora la satisfacción en el presente sin considerar lo que pueda pasar en un futuro próximo o lejano.

Reformulación desde las enacciones preventivas
La adicción no existen como tal en forma independiente de la persona que discrimina dicha organización como problemática (Maturana, 2009). En base a esto, lo primero que podemos decir es que aquello que se debe prevenir, no puede ser definido a priori. Debemos entonces asumir con humildad que vivimos en un multiverso donde nuestra visión de la realidad no es más valida que otras, y que en consecuencia no hay información objetiva que se pueda entregar, de la que se desprenda una forma específica de controlar el cuerpo.
Según la perspectiva enactiva, las visiones de mundo son inseparables de las historias encarnadas de acoplamiento. La vida emerge de la acción y como tal está condicionada por las posibilidades de acción que ve el sistema (Varela, Thompson y Rosch, 1992). Esto nos llama a explorar vivencialmente los diversos contextos de acción en que se dan las deixis temporales.
En seguida surge la pregunta: ¿Cómo construir un espacio de convivencia que permita la emergencia de diversas enacciones preventivas en torno al que se pueda construir un consenso?
Aunque la cultura patriarcal predomine en nuestra civilización, solo encontramos en la cultura matríztica la posibilidad de ampliar nuestra visión, la cultura matríztica es una forma de relacionarse basada en el amor, en la aceptación del otro, la participación y la armonía (Maturana y Verden-Zöller, 1993)
La tarea consistiría en generar un espacio reflexivo de conversación donde las vivencias de los participantes sean aceptadas, integradas y validadas como legítimas. Favoreciendo una interacción social significativa que de espacio para que los jóvenes describan y consensuen  sus conductas de autocuidado.
En aquellas personas que consumen drogas, las experiencias sobre los efectos de las drogas pueden venir de la experiencia inmediata de las personas. Pero en un contexto preventivo, donde la mayor parte de los participantes no han tenido contacto con las sustancias, las creencias asociadas se derivan de la experiencia mediada por el lenguaje y la cultura.
Si entendemos el consumo de drogas como un modo de alterar los estados de conciencia. Quizás el arte consista en la creación de nuevos objetos transicionales que permitan el establecimiento de espacios de relación distintos, lúdicos y dinámicos, donde se exploren los diversos estados de conciencia por otros medios, en forma similar a como los chamanes remplazaron las plantas alucinógenas mediante el uso de tambores (Harner, 2015).
Teniendo experiencias directas e inmediatas vividas en el aquí y ahora, sumadas a las que han vivido en otros contextos, los estudiantes podrán generar las dinámicas matrízticas de convivencia y reflexionar sobre a las evidencias científicas y fenomenológicas, para a partir de ellas enactuar una nueva cultura preventiva.

Bibliografía
Harner, M. (2015). La cueva y el Cosmos. Encuentros Chamánicos con otra realidad. Kairos,
Maturana, H. (1997). La objetividad. Un argumento para obligar. Dolmen, Santiago.
Maturana, H (2009). Reflexiones sobre terapia y mis conversaciones con Ximena Dávila sobre la liberación del dolor cultural. En Terapia Familiar y de Pareja, Roizblatt, A.
Maturana, H. y Dávila, X. (2002). Biología del Tao o el camino del amar. Instituto Matríztico.
Maturana, H. & Verden-Zöller, G. (1993). Amor y Juego: fundamentos olvidados de lo humano. Instituto de Terapia Cognitiva, Santiago.
Romero, J. C. y  Higuera, M. (2006).  Emergencia de la deixis de tiempo en niños sanos entre 4 y 7 años. Universidad de Tarapacá y Universidad Mayor.
Romero, J.C. (2008). Psicoterapia grupal en adictos. Revista de Filosofía y Psicología Límite, 3(17).
Romero, J.C. (2010). Craving, experiencia, conciencia, y temporalidad en adicciones. Revista de Filosofía y Psicología Límite, 5(21).
Varela, F. (2005). Conocer. Ciencias Cognitivas: tendencias y perspectivas. Cartografía de las ideas actuales. Gedisa Editorial, Barcelona.
Varela, F., Thompson, E. & Rosch, E. (1992). De cuerpo presente. Gedisa, Barcelona.