Rodrigo
González, Junio de 2015
“No
des vuelta al pasado, pues no lo puedes cambiar, que no te agobie el futuro,
porque no sabes si llegará. Disfruta y vive el presente porque una vez que se
vaya nunca más volverá”
Mensaje
escrito en un muro de un sector dominado por el narcotráfico en Alto Hospicio.
Dentro
de la institucionalidad dedicada a la prevención de drogas conviven dos formas
de trabajo algo inconsistentes: desde el comienzo, las orientaciones técnicas se
han centrado en la vulnerabilidad del individuo frente a los factores de
riesgo, hoy la institución se debate por una nueva perspectiva que apunta a la
construcción de una cultura preventiva que promueva estilos de vida más saludables.
Uno
de los principales factores de riesgo que se trabaja es la percepción de
riesgo. Por eso los colegios se han acostumbrado a solicitar la entrega de
información a los alumnos sobre las consecuencias del uso de drogas a mediano y
largo plazo.
En
ese contexto, mientras se realizaba una charla sobre el efecto de las drogas en
un colegio con alta vulnerabilidad, un grupo de jóvenes manifestó su desacuerdo
respecto a la excesiva preocupación por el futuro que se exponía en la
presentación. Específicamente expresaron que la gente consumía drogas para disfrutar la vida, y que no tenía sentido
prevenir porque no sabían si mañana seguirían vivos. Este no es un discurso
aislado, se ha expresado varias veces a los profesores. E incluso, algunas
familias han escrito este mensaje en las paredes del barrio.
Efectivamente,
la prevención lleva implícita una noción temporal que no es compartida por
todos, en lo concreto se pide a las personas que se abstengan de sentir placer en
el presente a cambio de tener un mejor bienestar en el futuro. La noción de
riesgo también varía según el contexto, para estos jóvenes lo riesgoso es
desaprovechar la oportunidad de disfrutar en el aquí y ahora, en cambio para el
servicio el riesgo implica un efecto a mediano y largo plazo.
El sentido patriarcal de la
prevención de drogas
La
prevención no ocurre en el vacío, como se explicará, la necesidad de prevenir es
parte de una preocupación general que tiene nuestra cultura por controlar los
modos de vida de las poblaciones humanas.
Una
cultura puede ser entendida como una red
cerrada de conversaciones que define una manera de convivir humano. En
particular, la cultura dominante en nuestra civilización es la patriarcal, esta
constituye un modo de coexistencia que valora el poder, la competencia, la
lucha, las jerarquías, la apropiación, el dominio y el control. El patriarcado se
funda en la desconfianza, en la creencia de que vivimos en un mundo lleno de
riesgos que pueden dañarnos, y que en consecuencia debemos eliminar o controlar
aquellas amenazas mediante el uso de la fuerza. En nuestra cultura patriarcal,
las instituciones oficiales se adueñan de la verdad y se apropian el derecho de
decidir lo que es legítimo sobre cómo deben conducir sus vidas. Cualquier
opinión o conducta que se aleje de aquello que se ha definido como legítimo es
atacado con argumentos, en tanto les es legítimo controlar las reacciones
corporales de quienes quedan invalidados en su vivir (Maturana y Verden-Zöller,
1993; Maturana, 1997).
En
la cultura patriarcal, las instituciones oficiales perciben la droga y quienes
la promueven como enemigos que hay que combatir, y los consumidores de droga
son vistos como sujetos débiles y fuera de control, que son una amenaza contra
sí mismos y la sociedad.
Tras
la entrega de información se esconde una perspectiva cognitivista (Varela,
2005). En base a esta mirada, la escasa
percepción de riesgo, no es considerada como una opinión válida sobre la que se
puede llegar a un consenso, sino como una situación que debe ser corregida,
mediante la entrega de información objetiva que invalide la experiencia del
otro.
Por
otra parte, las organizaciones dedicadas al narcotráfico también se hacen
partícipes de la cultura patriarcal, tomando a las instituciones oficiales como
enemigos, apropiándose de un territorio y su población, y creando medios de
control alternativos a los medios oficiales de socialización.
Según
Maturana (1997) las diferentes formas de distinguir un fenómeno, se derivan de
las diversas coherencias operacionales y de cómo estas logran acoplarse de
mejor manera con una explicación más que con otra.
Un
aspecto de la experiencia especialmente sensible es la noción de temporalidad. Los
seres vivos existimos en la continua transformación de nuestra corporalidad en
torno a la conservación de una identidad relacional, el funcionamiento del
sistema nervioso es discontinuo y solo aparece en continuidad temporal en la
operación sensorio-motriz de un organismo con su entorno. La forma en que se
percibe el tiempo depende de la estructura del observador, las secuencias
temporales son constructos explicativos
a los que se recurre para dar sentido a los fenómenos que se presentan en el
aquí y ahora, la temporalidad se presenta en función de los patrones de
acoplamiento en el espacio de relación en el cual el sujeto se encuentra
(Romero, 2010; Varela, Thompson y Rosch, 1992). Seguidamente, se plantea que la
noción de tiempo emerge progresivamente desde la noción de espacio y es
dependiente de los contextos de uso donde se presenta (Romero e Higuera,
2006).
La
relación con las drogas define una forma particular de mantener la organización
que se logra por las diversas formas de acoplamiento que ofrece el consumo (Romero,
2008). La droga puede ser entendida como un objeto mediacional en torno al que
se construye el espacio de relación. Es en este espacio de relación donde se
construye una red de conversaciones que definen una manera característica de
vivir. En concreto, los consumidores de droga viven una experiencia inmediata
donde se vive el cambio de estado afectivo producto del consumo y una
experiencia mediata que valida la experiencia inmediata. En este caso, la
concepción mediata del tiempo que se da en estos grupos es presentista, en
tanto valora la satisfacción en el presente sin considerar lo que pueda pasar
en un futuro próximo o lejano.
Reformulación
desde las enacciones preventivas
La
adicción no existen como tal en forma independiente de la persona que
discrimina dicha organización como problemática (Maturana, 2009). En base a
esto, lo primero que podemos decir es que aquello que se debe prevenir, no
puede ser definido a priori. Debemos entonces asumir con humildad que vivimos
en un multiverso donde nuestra visión de la realidad no es más valida que otras,
y que en consecuencia no hay información objetiva que se pueda entregar, de la
que se desprenda una forma específica de controlar el cuerpo.
Según
la perspectiva enactiva, las visiones de mundo son inseparables de las historias
encarnadas de acoplamiento. La vida emerge de la acción y como tal está
condicionada por las posibilidades de acción que ve el sistema (Varela,
Thompson y Rosch, 1992). Esto nos llama a explorar vivencialmente los diversos
contextos de acción en que se dan las deixis temporales.
En
seguida surge la pregunta: ¿Cómo construir un espacio de convivencia que
permita la emergencia de diversas enacciones preventivas en torno al que se
pueda construir un consenso?
Aunque
la cultura patriarcal predomine en nuestra civilización, solo encontramos en la
cultura matríztica la posibilidad de ampliar nuestra visión, la cultura
matríztica es una forma de relacionarse basada en el amor, en la aceptación del
otro, la participación y la armonía (Maturana y Verden-Zöller, 1993)
La
tarea consistiría en generar un espacio reflexivo de conversación donde las
vivencias de los participantes sean aceptadas, integradas y validadas como
legítimas. Favoreciendo una interacción social significativa que de espacio para
que los jóvenes describan y consensuen
sus conductas de autocuidado.
En
aquellas personas que consumen drogas, las experiencias sobre los efectos de
las drogas pueden venir de la experiencia inmediata de las personas. Pero en un
contexto preventivo, donde la mayor parte de los participantes no han tenido
contacto con las sustancias, las creencias asociadas se derivan de la
experiencia mediada por el lenguaje y la cultura.
Si
entendemos el consumo de drogas como un modo de alterar los estados de
conciencia. Quizás el arte consista en la creación de nuevos objetos
transicionales que permitan el establecimiento de espacios de relación
distintos, lúdicos y dinámicos, donde se exploren los diversos estados de
conciencia por otros medios, en forma similar a como los chamanes remplazaron
las plantas alucinógenas mediante el uso de tambores (Harner, 2015).
Teniendo
experiencias directas e inmediatas vividas en el aquí y ahora, sumadas a las
que han vivido en otros contextos, los estudiantes podrán
generar las dinámicas matrízticas de convivencia y reflexionar sobre a las
evidencias científicas y fenomenológicas, para a partir de ellas enactuar una
nueva cultura preventiva.
Bibliografía
Harner, M. (2015). La cueva
y el Cosmos. Encuentros Chamánicos con otra realidad. Kairos,
Maturana, H. (1997). La
objetividad. Un argumento para obligar. Dolmen, Santiago.
Maturana, H (2009).
Reflexiones sobre terapia y mis conversaciones con Ximena Dávila sobre la
liberación del dolor cultural. En Terapia Familiar y de Pareja, Roizblatt, A.
Maturana, H. y Dávila, X.
(2002). Biología del Tao o el camino del amar. Instituto Matríztico.
Maturana, H. &
Verden-Zöller, G. (1993). Amor y Juego: fundamentos olvidados de lo humano.
Instituto de Terapia Cognitiva, Santiago.
Romero, J. C. y Higuera, M. (2006). Emergencia de la deixis de tiempo en niños
sanos entre 4 y 7 años. Universidad de Tarapacá y Universidad Mayor.
Romero, J.C. (2008).
Psicoterapia grupal en adictos. Revista de Filosofía y Psicología Límite,
3(17).
Romero, J.C. (2010).
Craving, experiencia, conciencia, y temporalidad en adicciones. Revista de
Filosofía y Psicología Límite, 5(21).
Varela, F. (2005). Conocer.
Ciencias Cognitivas: tendencias y perspectivas. Cartografía de las ideas
actuales. Gedisa Editorial, Barcelona.
Varela, F., Thompson, E.
& Rosch, E. (1992). De cuerpo presente. Gedisa, Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario