Algunos hablan de la emancipación
como si se tratara de un paraíso en la tierra, pero yo me pregunto ¿Para qué
emanciparse? Cuando ejerzas tu libertad ¿Qué harás con ella?... ¿Consumir? Solo
cuando construyamos una trama de significados articulados al ejercicio efectivo
de dicha libertad, solo entonces, la emancipación tendrá un sentido, en caso
contrario, me temo que nos estaremos engañando a nosotros mismos.
Kant nos invita a armarnos de valor
para salir de la minoría de edad y servirnos de nuestro propio entendimiento, para
así -de una vez por todas- emanciparnos de la guía de otros. En cambio,
Nietzsche nos recuerda que luego que el servil camello se convierte en un desafiante
león, debe convertirse nuevamente en un inocente niño para crear sus propios
valores. Salir o volver en la infancia ¿Cuál es la clave?
Zygmunt Bauman nos relata como los
mismos que defendían la libertad individual frente a la influencia de la esfera
pública, hoy ven como la vida privada viene colonizando uno tras otros los
espacios públicos. Entonces, nos pregunta cómo emanciparnos de una sociedad que
satisface en buena medida nuestras necesidades materiales e incluso culturales
de la humanidad. Según el autor, el problema de esta sociedad es que la
libertad del individuo tiene dificultades para generar un cambio social de la
realidad.
Bauman distingue la “autonomía de
jure” de la “autonomía de facto”. Creo que este ejercicio intelectual es
interesante, pero el autor lo conduce a un dualismo algo artificioso que
escinde subjetividad de objetividad, filosofía de retórica y vida activa de
vida contemplativa. Es cierto que algunas cosas no salen como las pensamos,
pero de ello no se deriva la necesidad de preservar incólume alguna esencia
filosófica. Me da la impresión que tras la reflexión de Bauman se oculta un
afán estructuralista que guarda cierto anhelo por el infinito y lo universal,
Fromm diría que esconde cierto miedo a la libertad. Los pensamientos son
procesos relacionales, no esencias, pues todo pensamiento se da en un contexto.
El problema no es que el pensamiento tienda a corromperse al materializarse, pues
no existe ningún pensamiento desmaterializado. Muy por el contrario, es una
dificultad de carácter pragmático, en palabras sencillas, ocurre porque el
proyecto crítico no se lleva a cabo de
la forma correcta. El nudo de esta maraña podremos encontrarlo en las
vicisitudes históricas del poder.
Los seres humanos desarrollamos un
sistema cultural para facilitar la satisfacción de necesidades en los
colectivos. Para transmitir esta cultura, se estructuran pautas de
socialización, de modo que distintos medios de socialización se corresponderán
con distintas formas de satisfacer dichas necesidades.
Si ponemos atención en las
tradiciones orales nos transportaremos a un mundo donde la satisfacción de las
necesidades y los sistemas ideológicos que las acompañan se guían según los
ciclos de la naturaleza. La historia entonces no tenía el carácter lineal como
el que hoy conocemos, sino cursos cíclicos de desarrollo.
En cambio, si nos focalizamos en
las tradiciones basadas en la escritura, ellos nos harán viajar hasta un mundo
épico, donde la satisfacción de las necesidades se obtiene mediante la lucha y
la victoria entre grupos humanos. Sabemos que la épica estructura una lógica lineal
y utópica de la histórica. Este sistema cultural perdura en buena medida hasta
nuestros días, la encontramos en la tradición judeo-cristiana, en el iluminismo
científico, en el desarrollismo capitalista, en el comunismo y en muchos otros
sistemas ideológicos de nuestros tiempos.
El sistema de dominio se servirá de
los sistemas educativos para inocular en las siguientes generaciones una lógica
cultural común que posibilite la perpetuidad de su sistema. En consecuencia, el
pensamiento crítico se propuso de-construir o desmontar las bases ideológicas
del sistema de dominio. Pero con ello arrancaron de raíz también los cimientos de
los sistemas utópicos “liberadores” que
ofrecían esperanza a los colectivos oprimidos. En consecuencia se presenta un
problema de carácter motivacional, “si no tenemos un destino predeterminado que
nos motive, para qué emanciparse”.
Además, si la cultura ofrece medios
para la satisfacción de las necesidades y el proyecto crítico saca los
cimientos de esa cultura, es lógico que los colectivos humanos sientan una
ansiedad compulsiva por satisfacerse. Este fenómeno coincide al mismo tiempo
con el interés de los círculos de poder económico que promocionan el consumismo
como forma de vida. El consumo ofrece un contexto predecible donde el sujeto
moderno olvida sus preocupaciones para sentirse parte de algo mayor, una visión
utópica del mundo donde todos nuestros deseos son satisfechos. Pero el paraíso
consumista es un abismo sin fondo, una vez que un interés personal es cubierto
aparecen otros y otros, nunca se obtendrá la anhelada plenitud porque el deseo
no tiene fin, el sujeto queda así atrapado en el vértigo como una estrella exiliada
al espacio vacío, expuesta al flujo gélido de su soledad.
En una sociedad sustentada sobre el
principio de libertad, la tendencia nos orientará a la diferenciación
progresiva de los sistemas sociales, llegará un punto donde lo único que tendremos
en común es que somos distintos, podremos concordar en algo y diferir en otras,
siendo imposible coincidir en todas las facetas, de ahí la importancia de los
círculos de poder por monopolizar y homogenizar los sistemas de socialización.
Ante la diversidad cultural, la democracia se vende como panacea, pero dado el
contexto actual, solo podemos esperar de ella una democrática desilusión, porque
aunque la llamada democracia representativa toma como materia prima la libertad
individual de los ciudadanos, la exquisita diversidad de las minorías queda
diluida en solo un puñado de personas.
Entonces, ¿Vale la pena
emanciparse? Claro que sí, el mundo que vivimos es una red de procesos y la
libertad es el medio con el que podemos hacernos partícipes de este mundo, por
eso la emancipación nos ofrece la oportunidad de construir el destino de
nuestra humanidad. El valor de la libertad no radica en lo que ella nos da,
porque de hecho no nos ofrece nada concreto, el valor de la libertad reside en
lo que nosotros podemos dar.
Vale la pena, pero ¿Quién dijo que
sería fácil?, en primer lugar, los caminos no te sirven de nada si no los
recorres, en segundo lugar, no todos los caminos te llevarán a donde esperas, y
en tercer lugar, si logras liberarte, es desolador alzarse sobre uno mismo como
legislador, juez y verdugo de tu propia conducta. Aunque sea difícil, Bauman no
nos dice que sea imposible.
Los cambios sociales, la
construcción de nuevas estructuras sociales no se originan por la mera
destrucción de los sistemas sociales opresores, además es necesario trabajar en
la construcción de nuevos hábitus y contextos narrativos que la contextualicen.
Respecto a la creación de nuevas estructuras sociales, se da un fenómeno a nuestro favor, a medida que
aumenta la autonomía de los individuos crece también la necesidad de articular
y fortalecer los vínculos entre los sistemas sociales. Aunque nuestro yo se
encuentra saturado y no disfrutemos de compromisos estables, los nuevos medios
de comunicación y transporte nos ofrecen otros modos de vinculación y
socialización que trascienden la tradición oral y escrita, es la tradición
virtual. El mundo virtual nos lleva una sociedad conformada por redes
descentralizadas donde la satisfacción de las necesidades se vuelve dinámica e
interdependiente, la vida social se organizara en torno a movimientos sociales orientados
a la resolución de materias concretas y que no se adecuarán a la lógica
partidista que sustenta la democracia representativa. Ante este escenario, los
centros de poder pueden ejercer poco control, y en consecuencia, no les quedará
más opción que promover la construcción de una democracia más participativa, la
participación se transformará en la clave de una libertad efectiva, será el
punto de encuentro sobre el que dibujaremos nuestro destino. La libertad no se
obtendrá por decreto, nadie puede emanciparnos, nadie puede transitar este
camino por nosotros, solo el ejercicio directo de la libertad nos liberará.
La liberación no ofrece un camino
definido, la libertad se asemeja más a una intrincada red de caminos siempre
cambiantes, es fácil perderse. Por eso os elevo mi voz para advertiros, que si
solo os podéis hacer partícipes del consumismo ¡la emancipación no tiene
sentido!
Debemos aprender a ser libres y, como
en todo proceso de aprendizaje, se requieren tecnologías progresivas que
consideren el andamiaje mutuo de los sistemas sociales que los componen, en
este caso el contexto de aprendizaje serán las redes emergentes conformadas por
movimientos sociales. Así, podremos aprender a vincularnos, escucharnos,
considerarnos y coordinarnos de modo más participativo, hasta alcanzar niveles autogestivos
en red cada vez más amplios y profundos.
¿Cómo considerar la influencia de
las esferas de poder? son parte de nuestra sociedad y no podemos evitar
vincularnos con ellos si aspiramos a construir una democracia participativa. Somos
los yanaconas del sistema y -como diría Lautaro- no nos queda más que usar sus
armas a nuestro favor, sincretizar activamente los patrones culturales
foráneos, apropiarnos de su patrimonio cultural y re-significarlo desde un
nuevo marco cultural más diverso y participativo. Entonces ¿Debemos
restringirnos a copiar lo de otros? No necesariamente, podemos desarrollar algo
propio, el sincretismo solo nos ofrecerá una base de legitimidad que nos
permita introducirnos en la corriente principal de la sociedad.
En aquel momento ¿Debemos abandonar
el afán revolucionario? De ningún modo, decir que “otro mundo es posible” nos
da la motivación que necesitamos, pero ya no podemos tragarnos un eslogan sin
suspicacia, siempre miraremos la utopía irónicamente. El mundo virtual nos enseña
una nueva forma de comprender el contrato social, los acuerdos son virtuales,
las normas son virtuales y las utopías son virtuales. Sabemos que lo virtual no
es una esencia eterna y universal, pero las asumimos como simulaciones provisionales
que nos permiten motivarnos y establecer vínculos. Es en esos espacios de
encuentro, donde los individuos podrán renovar sus fuerzas y encontrar el
consuelo a su desolación.
El budismo también habla de la
liberación personal y la salvación de todos los seres, y enseña que dicha emancipación
se logra solo luego de reconocer la cualidad ilusoria de la realidad y el
abandono de los intereses personales egoístas.
Hablando metafóricamente, los niños
juegan a ser adultos, saben que no es real, pero así aprenden a serlos. Aunque
no seamos del todo libres, debemos jugar a ser libres, porque en dicho
ejercicio crearemos un inter-juego de subjetividades, aquella trama de
significados que le den sentido a nuestra libertad.
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