martes, 19 de mayo de 2015

Ensayo sobre la emancipación y el sentido de la libertad. Por Rodrigo González

Algunos hablan de la emancipación como si se tratara de un paraíso en la tierra, pero yo me pregunto ¿Para qué emanciparse? Cuando ejerzas tu libertad ¿Qué harás con ella?... ¿Consumir? Solo cuando construyamos una trama de significados articulados al ejercicio efectivo de dicha libertad, solo entonces, la emancipación tendrá un sentido, en caso contrario, me temo que nos estaremos engañando a nosotros mismos.
Kant nos invita a armarnos de valor para salir de la minoría de edad y servirnos de nuestro propio entendimiento, para así -de una vez por todas- emanciparnos de la guía de otros. En cambio, Nietzsche nos recuerda que luego que el servil camello se convierte en un desafiante león, debe convertirse nuevamente en un inocente niño para crear sus propios valores. Salir o volver en la infancia ¿Cuál es la clave?
Zygmunt Bauman nos relata como los mismos que defendían la libertad individual frente a la influencia de la esfera pública, hoy ven como la vida privada viene colonizando uno tras otros los espacios públicos. Entonces, nos pregunta cómo emanciparnos de una sociedad que satisface en buena medida nuestras necesidades materiales e incluso culturales de la humanidad. Según el autor, el problema de esta sociedad es que la libertad del individuo tiene dificultades para generar un cambio social de la realidad.
Bauman distingue la “autonomía de jure” de la “autonomía de facto”. Creo que este ejercicio intelectual es interesante, pero el autor lo conduce a un dualismo algo artificioso que escinde subjetividad de objetividad, filosofía de retórica y vida activa de vida contemplativa. Es cierto que algunas cosas no salen como las pensamos, pero de ello no se deriva la necesidad de preservar incólume alguna esencia filosófica. Me da la impresión que tras la reflexión de Bauman se oculta un afán estructuralista que guarda cierto anhelo por el infinito y lo universal, Fromm diría que esconde cierto miedo a la libertad. Los pensamientos son procesos relacionales, no esencias, pues todo pensamiento se da en un contexto. El problema no es que el pensamiento tienda a corromperse al materializarse, pues no existe ningún pensamiento desmaterializado. Muy por el contrario, es una dificultad de carácter pragmático, en palabras sencillas, ocurre porque el proyecto  crítico no se lleva a cabo de la forma correcta. El nudo de esta maraña podremos encontrarlo en las vicisitudes históricas del poder.
Los seres humanos desarrollamos un sistema cultural para facilitar la satisfacción de necesidades en los colectivos. Para transmitir esta cultura, se estructuran pautas de socialización, de modo que distintos medios de socialización se corresponderán con distintas formas de satisfacer dichas necesidades.
Si ponemos atención en las tradiciones orales nos transportaremos a un mundo donde la satisfacción de las necesidades y los sistemas ideológicos que las acompañan se guían según los ciclos de la naturaleza. La historia entonces no tenía el carácter lineal como el que hoy conocemos, sino cursos cíclicos de desarrollo.
En cambio, si nos focalizamos en las tradiciones basadas en la escritura, ellos nos harán viajar hasta un mundo épico, donde la satisfacción de las necesidades se obtiene mediante la lucha y la victoria entre grupos humanos. Sabemos que la épica estructura una lógica lineal y utópica de la histórica. Este sistema cultural perdura en buena medida hasta nuestros días, la encontramos en la tradición judeo-cristiana, en el iluminismo científico, en el desarrollismo capitalista, en el comunismo y en muchos otros sistemas ideológicos de nuestros tiempos.
El sistema de dominio se servirá de los sistemas educativos para inocular en las siguientes generaciones una lógica cultural común que posibilite la perpetuidad de su sistema. En consecuencia, el pensamiento crítico se propuso de-construir o desmontar las bases ideológicas del sistema de dominio. Pero con ello arrancaron de raíz también los cimientos de los sistemas utópicos “liberadores”  que ofrecían esperanza a los colectivos oprimidos. En consecuencia se presenta un problema de carácter motivacional, “si no tenemos un destino predeterminado que nos motive, para qué emanciparse”.
Además, si la cultura ofrece medios para la satisfacción de las necesidades y el proyecto crítico saca los cimientos de esa cultura, es lógico que los colectivos humanos sientan una ansiedad compulsiva por satisfacerse. Este fenómeno coincide al mismo tiempo con el interés de los círculos de poder económico que promocionan el consumismo como forma de vida. El consumo ofrece un contexto predecible donde el sujeto moderno olvida sus preocupaciones para sentirse parte de algo mayor, una visión utópica del mundo donde todos nuestros deseos son satisfechos. Pero el paraíso consumista es un abismo sin fondo, una vez que un interés personal es cubierto aparecen otros y otros, nunca se obtendrá la anhelada plenitud porque el deseo no tiene fin, el sujeto queda así atrapado en el vértigo como una estrella exiliada al espacio vacío, expuesta al flujo gélido de su soledad.
En una sociedad sustentada sobre el principio de libertad, la tendencia nos orientará a la diferenciación progresiva de los sistemas sociales, llegará un punto donde lo único que tendremos en común es que somos distintos, podremos concordar en algo y diferir en otras, siendo imposible coincidir en todas las facetas, de ahí la importancia de los círculos de poder por monopolizar y homogenizar los sistemas de socialización. Ante la diversidad cultural, la democracia se vende como panacea, pero dado el contexto actual, solo podemos esperar de ella una democrática desilusión, porque aunque la llamada democracia representativa toma como materia prima la libertad individual de los ciudadanos, la exquisita diversidad de las minorías queda diluida en solo un puñado de personas.
Entonces, ¿Vale la pena emanciparse? Claro que sí, el mundo que vivimos es una red de procesos y la libertad es el medio con el que podemos hacernos partícipes de este mundo, por eso la emancipación nos ofrece la oportunidad de construir el destino de nuestra humanidad. El valor de la libertad no radica en lo que ella nos da, porque de hecho no nos ofrece nada concreto, el valor de la libertad reside en lo que nosotros podemos dar.
Vale la pena, pero ¿Quién dijo que sería fácil?, en primer lugar, los caminos no te sirven de nada si no los recorres, en segundo lugar, no todos los caminos te llevarán a donde esperas, y en tercer lugar, si logras liberarte, es desolador alzarse sobre uno mismo como legislador, juez y verdugo de tu propia conducta. Aunque sea difícil, Bauman no nos dice que sea imposible.
Los cambios sociales, la construcción de nuevas estructuras sociales no se originan por la mera destrucción de los sistemas sociales opresores, además es necesario trabajar en la construcción de nuevos hábitus y contextos narrativos que la contextualicen. Respecto a la creación de nuevas estructuras sociales, se  da un fenómeno a nuestro favor, a medida que aumenta la autonomía de los individuos crece también la necesidad de articular y fortalecer los vínculos entre los sistemas sociales. Aunque nuestro yo se encuentra saturado y no disfrutemos de compromisos estables, los nuevos medios de comunicación y transporte nos ofrecen otros modos de vinculación y socialización que trascienden la tradición oral y escrita, es la tradición virtual. El mundo virtual nos lleva una sociedad conformada por redes descentralizadas donde la satisfacción de las necesidades se vuelve dinámica e interdependiente, la vida social se organizara en torno a movimientos sociales orientados a la resolución de materias concretas y que no se adecuarán a la lógica partidista que sustenta la democracia representativa. Ante este escenario, los centros de poder pueden ejercer poco control, y en consecuencia, no les quedará más opción que promover la construcción de una democracia más participativa, la participación se transformará en la clave de una libertad efectiva, será el punto de encuentro sobre el que dibujaremos nuestro destino. La libertad no se obtendrá por decreto, nadie puede emanciparnos, nadie puede transitar este camino por nosotros, solo el ejercicio directo de la libertad nos liberará.
La liberación no ofrece un camino definido, la libertad se asemeja más a una intrincada red de caminos siempre cambiantes, es fácil perderse. Por eso os elevo mi voz para advertiros, que si solo os podéis hacer partícipes del consumismo ¡la emancipación no tiene sentido!
Debemos aprender a ser libres y, como en todo proceso de aprendizaje, se requieren tecnologías progresivas que consideren el andamiaje mutuo de los sistemas sociales que los componen, en este caso el contexto de aprendizaje serán las redes emergentes conformadas por movimientos sociales. Así, podremos aprender a vincularnos, escucharnos, considerarnos y coordinarnos de modo más participativo, hasta alcanzar niveles autogestivos en red cada vez más amplios y profundos.
¿Cómo considerar la influencia de las esferas de poder? son parte de nuestra sociedad y no podemos evitar vincularnos con ellos si aspiramos a construir una democracia participativa. Somos los yanaconas del sistema y -como diría Lautaro- no nos queda más que usar sus armas a nuestro favor, sincretizar activamente los patrones culturales foráneos, apropiarnos de su patrimonio cultural y re-significarlo desde un nuevo marco cultural más diverso y participativo. Entonces ¿Debemos restringirnos a copiar lo de otros? No necesariamente, podemos desarrollar algo propio, el sincretismo solo nos ofrecerá una base de legitimidad que nos permita introducirnos en la corriente principal de la sociedad.
En aquel momento ¿Debemos abandonar el afán revolucionario? De ningún modo, decir que “otro mundo es posible” nos da la motivación que necesitamos, pero ya no podemos tragarnos un eslogan sin suspicacia, siempre miraremos la utopía irónicamente. El mundo virtual nos enseña una nueva forma de comprender el contrato social, los acuerdos son virtuales, las normas son virtuales y las utopías son virtuales. Sabemos que lo virtual no es una esencia eterna y universal, pero las asumimos como simulaciones provisionales que nos permiten motivarnos y establecer vínculos. Es en esos espacios de encuentro, donde los individuos podrán renovar sus fuerzas y encontrar el consuelo a su desolación.
El budismo también habla de la liberación personal y la salvación de todos los seres, y enseña que dicha emancipación se logra solo luego de reconocer la cualidad ilusoria de la realidad y el abandono de los intereses personales egoístas.

Hablando metafóricamente, los niños juegan a ser adultos, saben que no es real, pero así aprenden a serlos. Aunque no seamos del todo libres, debemos jugar a ser libres, porque en dicho ejercicio crearemos un inter-juego de subjetividades, aquella trama de significados que le den sentido a nuestra libertad.

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