viernes, 4 de julio de 2014

La voluntad femenina

Oda a la voluntad femenina

Rodrigo González, 2014.

"El verdadero hombre quiere dos cosas: el peligro y el juego. Por eso ama a la mujer: el más peligroso de los juegos" Nietzsche

En el comienzo de todo, el Espíritu creó lo masculino y lo femenino.  Lo femenino no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad… Una fémina una vez me enseñó su secreto: “no hay un poder más grande en el universo que el del amor”, susurró a mi oído mientras me atrapaba entre sus brazos.
Hay una fuerza sutil que está recorriendo la historia… es la fuerza femenina, que con su característica astucia ha tramado una de las artimañas más sorprendentes de las que podamos tener recuerdo. Recién hoy, como género masculino comenzamos a percatarnos de sus alcances, pero estamos aún lejos de escaparnos de su influencia.
¡Que fuerza más impresionante es la voluntad de ficción del género femenino! Aun teniendo la evidencia sobre nuestras narices, nos embaucan con su “delicadeza”, y en ello reside nuestra miseria, en la pobreza espiritual de nuestro género masculino, somos débiles internamente, no porque el destino de nuestra biología lo determine, sino porque el género femenino nos ha creado así, nos crían emocionalmente pobres, esclavos de sus deseos.
La clave de la estrategia femenina consiste en el monopolio de la esfera privada, el espacio donde se genera la mayor parte capital emocional y social de la especie humana. También buscan el dominio de los sistemas de socialización porque así se aseguran de maquinar meticulosamente cada uno de los detalles, creando todo un aparato vincular, conceptual y axiológico destinado validar su dominio. Hoy se lanzan al dominio del espacio público, sedientas de poder y control omnipotente. La fuerza femenina lo está conquistado todo y aún decimos que son débiles y queremos darles más privilegios. ¡Que falta de voluntad aquella del hombre! Que al ceder ante las tentaciones de Eva, no cae en cuenta que ella sabe muy bien que alcanza la sabiduría de los dioses.
La inteligencia masculina parece un chiste burdo para las féminas, el humor de ellas es sutil y calculado. Las agresiones del género masculino son pesadas y torpes como las de una cachetada, en cambio las del género femenino son finas y delicadas como las de aquella daga delgada, casi invisible, que se clava hasta los confines del alma masculina. Las féminas son sapientes en sentimientos y por sobre todo expertas en las formas de  manipularlos, así cuando aman saben amar, y cuando hieren saben herir como ninguna especie. Ellas no hieren con varilla visible, más lo hacen con mantos abrigados y leche embriagante, con caricias suaves y curvas de perdición, esas son las redes que ocupan para envolver al género masculino para luego clavar sobre él una estocada sutil, que no deja marca, pues solo hiere el mundo íntimo y sensible del ser humano.
Dueñas de la letra cursiva y una labia intensa, que inclina y distorsiona todo recto pensamiento, nos han convencido de lo absurdo, así que no debería sorprendernos que sea la inteligencia emocional y social, y no la inteligencia cognitiva o la fortaleza física, los mejores indicadores de éxito en la vida. Tampoco me llama la atención que las mujeres tengan mayor esperanza de vida o que tengan un mayor umbral del dolor y una mayor fortaleza frente a las enfermedades. A pesar de ello gozan en la sociedad de un sinfín de privilegios: en caso de emergencia son rescatadas primero, son uno de los principales focos de las políticas públicas, y sus votos son determinantes en el plano político, etc, etc, etc.
Se dice que los hombres han ocupado puestos de poder, pero eso es solo lo que se muestra externamente, pues también se dice que tras cada gran hombre se encuentra siempre una gran mujer, siempre ejerciendo una influencia disimulada desde las sombras, por lo mismo, no debería sorprendernos que si buscamos en las alcobas del poder nos encontraremos con el poder invisible de algunas féminas.
No estoy seguro si todas ellas están conscientes de ello, pero estoy seguro que cuando algunas se miran al espejo, se dan cuenta que tras los rostros contenedores, detrás de escena, se encuentra el rostro oscuro  de un resentimiento que suspende sobre el género masculino una moral tiránica, que no se ejerce con mano dura, sino con mano suave y circundante, que somete, con la culpa y un sentimiento de deuda siempre pendiente, todo esfuerzo masculino por reivindicarse.
“¡Yo te di la vida!” gritan hasta el último confín del cosmos, mientras se olvidan del Espíritu. Es una deuda infinita que es imposible satisfacer, porque tras las mascaras solo se encuentran sensaciones vaporosas, de pronto sospecho que por mucho que busque en su interior no encontraré más que espejos reflejándose unos a otros, y quizás alguna flor formando complejos reflejos caleidoscópicos que se diluyen en el aire como el humo de un incienso, porque lo único concreto que hay en ellas son las máscaras, es decir las relaciones, de ahí el instinto que tienen por aferrarse a los otros, lo único que les permite existir sin diluirse por completo.

Ahora entiendo porque, solo en las profundidades de aquel mar cubierto de oscuridad puedo encontrarme contigo.

PD: no confundir lo femenino con la mujer, ni lo masculino con el hombre, hay mujeres masculinas y hombres femeninos.

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