El ser humano-decía Nietzche-es un ser valuador, con lo cual reconocía el valor como fundamento de las distintas concepciones de mundo, por otra parte daba cuenta de que lo evaluado es siempre evaluado por alguien, y por lo tanto, que si bien el valor es una propiedad de las cosas, es menester también aclarar que es una propiedad subjetiva.
Por otra parte no hay una afirmación sostenida con mayor firmeza dentro de la psicología, que la que reza diciendo que “el ser humano se puede conocer”, pero ¿Cómo puede conocerse aquello que se mueve por su Voluntad? Es precisamente porque se presume una voluntad determinada por una cantidad limitada de variables independientes, es aquí donde se abre un punto de quiebre que nos introduce ala discusión ética, la relación entre el conocimiento del ser humano y el control o manipulación de este mismo.
Bien decía Victor Frank cuando afirmaba que “al ser humano se le puede quitar todo excepto la última de sus libertades, la de elegir de entre un conjunto de circunstancias, la actitud con la que decide afrontarlas” y es por esto que, como decía San Agustín, “el ser humano debe volverse sobre si mismo para salir más allá de si mismo”. En otras palabras el tener voluntad de sentido nos transforma en seres trascendentes y como es bien sabido por el árbol que da sus frutos para que las semillas sean el germen poderoso de su naturaleza más fundamental, el ser humano a si mismo, respondiendo a su propia naturaleza divina intenta preservar los valores dentro de su cultura y en su aventura por salir fuera de si mismo, se encuentra con otro, de lo cual nace el afecto, y con el cual se logran forjar las virtudes o catalizar la síntesis de estas. En resumen pueden distinguirse dos claros momentos del acto valuador, el primero responde al principio de no indiferencia (valoración primaria), que se corresponde con “volverse sobre si mismo” y el segundo al de una toma de posición o postura (valoración segundaria), que se relaciona con “ir más allá de si mismo”.
Por otra parte un árbol no es árbol completo por el mero hecho de ser semilla, necesita ser cultivado, además de ciertas condiciones, es decir el ser humano es un ser potencial, lo que implica que en él reside la necesidad y carencia, el hombre-decía San Agustín-es Deseo, inquieto en su corazón y no descansará hasta que repose en Dios. Lo que caracteriza ala existencia humana es el encontrarse en un estado crítico, es decir con la oportunidad de desarrollar su potencialidad en medio del peligro. El ser humano en su búsqueda suele tomar un mal camino, la insatisfacción interna lo lleva a buscar cosas fuera de si mismo como si estas fueran un fin en si mismas y deja de responder a su propia naturaleza original. De esta manera el ser humano se sumerge en el mundo de la ilusión y la fantasía, de las creencias y expectativas, más como es de esperarse, estas pueden no cumplirse, ya sea por interferencias, por deficiencias o por conflictos, el deseo de satisfacer las necesidades se ve frustrado, lo que lo pone nuevamente en la encrucijada de seguir sumergiéndose en el mundo de la fantasía o abrirle las puertas de la angustiosa realidad. De acuerdo con lo anteriormente dicho se pueden distinguir dos tipos de valores, los verdaderos valores que se rigen por los principios de la naturaleza original y los valores que responden a los principios de
Dos fuerzas históricas complementarias, la de la sofisticación de los medios de control, manipulación y disciplina, y la que hace énfasis en el respeto por el espacio intimo en el cual el ser humano puede decidir por si mismo, en una dialéctica que aun no termina de resolverse, se han confabulado desde fines de la edad media y se hicieron fuertemente patentes con el advenimiento de los horrores ocurridos durante las guerras mundiales. Cuando el ser humano tomo conciencia de los extremos a los que podía llegar, surgió una preocupación general por las ciencias sociales y en especial por la psicología en la que se depositaron esperanzas y potestades para desplegar en el espacio más intimo del ser humano, su conciencia o espacio valuador, las pretensiones hegemónicas de la ciencia.
Los seres humanos han desarrollado una avanzada tecnología e incluso las naves espaciales han llegado a otros planetas, sin embargo no se han conquistado a si mismos y se han perdido en una sinuosa senda de autodestrucción.
“La psicología debe tener la respuesta” pensaron algunos y de esta manera, recurriendo a los psicólogos para crear sofisticados medios de control, disciplina de la conciencia, como son el terrorismo de estado, los lavados de cerebro y muchos otros medios para violar los derechos humanos. Existen varios ejemplos en la historia presente constatadas por los organismos internacionales de derechos humanos, como lo ocurrido en Guantánamo y en otros lugares. El más claro ejemplo, es la obra que se ha estado tramando durante los diez años de persecución a los practicantes de Falun Dafa en China. El núcleo central de esta persecución es la represión de la conciencia innata de bondad y la subyugación de la voluntad de sentido. Como conclusión, la psicología puede utilizarse para el bien y el mal.
Como decía, pueden distinguirse, los valores propios de la naturaleza humana y sus consecuentes derechos de carácter universal, de aquellos valores que son contrarios a esta naturaleza que se vanagloria en hipocresía; pero esta distinción es oscura y tenebrosa, los lobos vestidos de ovejas son difíciles de distinguir, siempre guardando sus apariencias. La experiencia nos ha demostrado que el malvado puede tener buenos argumentos, e incluso sus razonamientos éticos pueden ser bastante convincentes, por otra parte la gente con buen corazón, pueden cometer, como todo ser humano, algunos errores e incuso pueden tener poca elocuencia o mala retórica, sin embargo los desarrollos de la psicología sufre de grabes dificultades para distinguirlos. En términos estrictos, ni siquiera existen criterios diagnósticos diferenciales para una persona como Jesús y un esquizofrénico. Cualquier persona con un mínimo de sentido común podría distinguir estas diferencias, pero debido a la pretendida neutralidad valórica de la psicología, esta ha perdido la eficacia diagnóstica diferencial entre el bien el mal. Por esto la ética profesional solo tendrá sentido cuando se pueda distinguir la buena retórica propia del hipócrita, de las justificaciones de una persona que simplemente cometió un error y sin muy buenos argumentos. Hasta antes de eso la psicología continuará siendo usada para medios ilícitos.
Si en realidad se puede conocer al ser humano y sus motivaciones, esto tiene implicancias a nivel ético sin precedentes, ya que nos permitirá distinguir lo verdadero de lo falso, y por lo tanto el bien del mal, sin embargo sorprende la indiferencia que han mostrado los psicólogos en descubrir este aspecto de nuestra naturaleza humana tan importante. Superar la indiferencia es el primer paso que debemos dar los psicólogos.
La historia aun no termina de escribirse. Antes de que el lobo vestido de oveja devore las cada vez menores muestras de la naturaleza humana, su capacidad de conciencia y voluntad de sentido, la de asumir la responsabilidad ante las circunstancias internas y externas. Mientras nos quede el más mínimo rayo solar iluminando desde nuestro interior la esperanza de un mundo más humano, podremos hacer uso de nuestra capacidad valuadora, fundante de la realidad. El primer paso es superar la indiferencia, el segundo asumir una postura, la que espero que no sea la última postura que deba tomar nuestra humanidad.
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