martes, 30 de noviembre de 2010

Génesis histórica de una propuesta universitaria

Leal, Vergara y González, 2013
Objetivos:

- generar un documento que de a conocer los cambios que ha sufrido la universidad a través de los años.
- Mostrar los procesos que vive la universidad en el día de hoy
- Manifestar una postura critica de la universidad que queremos en comparación a la que estamos padeciendo.

La Universidad de Tarapacá sede Esmeralda comenzó sus actividades académicas hace 5 años atrás, prácticamente utilizando el patio de un colegio, luego de 2 años nos mudamos a una antigua casona aristocrática, sin una optima infraestructura ni servicios, sin embargo hoy nos encontramos aquí, en este moderno edificio, mas grande, mas amplio y que puede satisfacer de mejor forma las necesidades del cliente… ¿mencionamos la palabra cliente?

Si…es que desde que nació esta noble institución llamada universidad hasta nuestros días las cosas han cambiado mucho. A partir de los inicios de la civilización el hombre docto ha sentido la necesidad de reunirse para buscar la verdad, la cual era concebida a través del conocimiento, el que se transmitía de generación en generación, de maestro a discípulo, abriendo en el camino nuevas puertas y ventanas que daban a conocer verdades que anteriormente no habían sido concebidas, entendiendo con esto que la búsqueda es infinita y dinámica. Las personas que buscaban el conocimiento dentro de La Universidad siempre pertenecieron a una elite, eran sujetos seleccionados, que se reunían en comunidad, donde no se guiaban por los principios económicos sino que por las doctrinas de las religiones imperantes. El ideal universitario se sustenta en el concepto de alma mater, es decir, la humanidad, que a través de los siglos ha ido elaborando un universo de conocimientos que con cuya transmisión se busca dar nacimiento a un nuevo tipo de hombre. Es válido pensar como consecuencia de esto, que entendida la universidad como generadora del saber, se atribuyó el carácter de "Alma mater" en el sentido de engendrar y trasformar al hombre por obra de la ciencia y del saber, es decir no es importante lo que el hombre tiene sino lo que el hombre Es.



¡Cuánto ha cambiado la universidad hasta nuestros días! Pero ¿es que ha cambiado solo la institución o ha cambiado también el hombre? Aquel ser… que desde tiempos inmemoriales se ha concebido como pensante, libre, capaz de dibujar su propio destino y relacionarse con su medio, hoy se ha vuelto una marioneta triste de la vorágine que representa el sistema social, económico y cultural imperante, hemos perdido la identidad y la pertenencia para dar paso solo a nuestros intereses personales, desplazando la verdad y el conocimiento a quinto plano. Poco queda de esa búsqueda del conocer y servir que se planteaba hasta hace medio siglo atrás en Chile, donde al estudiante se le otorgaban todas las facilidades económicas ya que se sabía que aquel alumno, luego de convertirse en profesional tenía un compromiso con su país, con su patria, la búsqueda del conocimiento ya no era una necesidad como se planteaba en un origen, sino que mas bien era la responsabilidad de ser un agente activo en la construcción de una nación que crece, y que depende enteramente del desarrollo de sus profesionales y trabajadores. Por el contrario, en la actualidad el conocimiento se percibe como la obligación, casi como el “trámite” para obtener el título, ejercer quien sabe donde para obtener dinero y una posición social mas o menos elevada, porque seamos claros, la universidad ya no es la panacea de elites intelectuales de antaño por el contrario nos hemos transformado en una elite de segunda categoría, donde solo se nos valora por lo que fuimos pero se hacen oídos sordos a lo que somos, en definitiva estamos perdiendo la ética que se había estado incubando durante siglos, ya que lo que “somos” y el rol que podemos cumplir como estudiantes dentro de la universidad, esta estrechamente relacionado con nuestros valores y principios, aquellos que hasta hace un tiempo eran mancomunados hoy se han vuelto una descarnada lucha por lo que pueda ser mejor para “mi” o para “ti” pero muy difícilmente para “nosotros”, difuminando en el presente esa entrañable capacidad de sentir como comunidad, generar hábitos, perdiendo las actitudes, despojándonos poco a poco de nuestra identidad cultural universitaria, en ultimo termino distanciándonos de nuestro ethos.

No han pasado tantas primaveras desde aquel memorable movimiento estudiantil comenzado en Francia y extrapolado al resto del mundo (Chile incluido). La “primavera del 68” tuvo el gran logro de hacernos saber que las utopías no eran concebidas como fantasías imposibles; la democratización de las universidades, la participación activa de los estudiantes en la gestión administrativa de sus procesos tanto formativos como educacionales y el arraigo de valores nobles como los de libertad, igualdad y fraternidad nos daban a entender que estos “sueños inalcanzables” debían ser desafíos por cumplir mientras existiera la unión y la lucha persistente por aquello que se sabía como digno y justo.
“La Federación de Estudiantes de Chile anhela que la educación pública, en todas sus formas y grados, tenga como su más alta aspiración formar hombres libres, que solo se inclinan ante la Razón y el Deber; hombres idealistas, que tengan fe en los destinos de la Patria y de la Humanidad; hombres sanos y fuertes, que sean aptos para colaborar en el advenimiento de una vida más pura, más bella, más justa y fraternal que la vida presente." (FECH, Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile).

Los idealistas jóvenes de la FECH nos enseñaron que el rol del Estudiante implica el ser consecuente con nuestros principios éticos e ideales, esto les permitió formar identidad, contribuyendo significativamente a la construcción de una mejor nación y al mejoramiento del propio ser universitario (esto también se ve reflejado en la infraestructura y en los servicios que se ofrecen a la comunidad, etc). El Rol del estudiante es lo que nos corresponde, pero no podemos dejar de lado la concepción de la Universidad como un nosotros, donde los docentes también son considerados como un agente fundamental, aquellos que también se hacían parte de la razón universitaria y por tanto formaban parte de su identidad, legaban a sus discípulos, generación tras generación el “Don” del conocimiento, aquel que no buscaba su manifestación inmediata, por el contrario se mostraba como una semilla, la cual no se refleja puramente en el saber académico, sino que también involucra los valores, conciencia social, la lucha y la formación de seres universales, transmitiendo de manera inconsciente e implícita el “alma mater”, el hombre que cambia de mano del conocimiento esto es el Don que nuestros catedráticos nos entregan, herramienta con la cual nos sentimos motivados a hacernos cargo de nuestro Rol. Es en este punto en donde nos preguntamos, si en el contexto histórico cultural en el que nos formamos… ¿seríamos capaces de desempeñarnos con este mismo Don?, ¿acaso podríamos forjar un sentido de identidad universitaria con la cual se establezcan propósitos?, ¿queremos ser hombres libres, íntegros y razonables, atentos a los designios de nuestra patria, sanos, fuertes, y aptos para generar una vida mejor como lo querían nuestros compañeros de la FECH?, ¿si no es así que queremos?

Difícilmente seriamos capaces de aprovechar el Don que ansían regalar nuestros profesores, si la forma en que se concibe la universidad desde los 80`, se centra exclusivamente en la competitividad, en el libre mercado donde el materialismo juega un papel fundamental, produciendo la mayor cantidad de “profesionales” al menor precio posible, en esta los profesores se ven obligados a cumplir su hora académica para luego trasladarse a otra fuente de remuneración (profesores taxi). Pero ¡¿no es esta posición demasiado cómoda?! ¿Siempre debemos estar esperando que nos den todo o acaso no tenemos nuestro propio potencial?, ¿Si realmente lo tenemos, podremos aprovechar este Don? ¿De que manera? Si bien esta ultima pregunta no es fácil de responder, vale la pena intentar descubrirla, porque de los que si tenemos certeza, es que el Alumno ha de participar activamente en el cultivo de sus potencialidades y las de su entorno, ya que el Don solo es adquirido a través de la valoración que hace el estudiante sobre lo que se le puede entregar. Es de menester reflexionar respecto a que si acaso la principal función de la Universidad es aportar en la educación y formación del alumnado en cuyo proceso es prioridad que las bases que dirijan este desarrollo han de ser confeccionadas en forma participativa, tanto por profesores como estudiantes.

Hablar de identidad es hablar de Ser por lo tanto la identidad de una universidad te hace ser de una manera y si logramos encontrar nuestra identidad la universidad también adoptara un Ser y un Proceder.

viernes, 19 de noviembre de 2010

El retorno a la cascada de los gorilitas



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En la inmensidad de las montañas y los bosques añosos, se murmura una historia, una historia incógnita y llena de misterios, pero que todos, hasta en los más remotos rincones del bosque conocen, porque revelaba en cada uno de sus capítulos el desarrollo milagroso de cada una de las facetas de la vida…
Según cuentan los ancianos…un grupo de gorilitas revoloteaba juguetonamente, se subían en las ramas para luego lanzarse de ellas con un salto unos sobre otros, se podían oír sus risas alegres y bulliciosas moviéndose donde quiera que se estremecieran los matorrales o donde se escucharan el crujir de algunas hojas. Se encontraban retozando tranquilos bajo el vaivén de los ases luminosos que caían entre las hojas arbóreas en movimiento, serenos también se podían escuchar el silbido del viento que sigilosamente las movía cada una de las ramas y que traía aromas florales de la colina colindante rebosante de dulce y vigorosa primavera, para luego llevarse hasta la próxima colina el húmedo aroma de la tierra fecunda y nutricia que desprendía la milenaria colina de los gorilas. Calmadas también se encontraban las miradas de los gorilas adultos que calidamente guardaban el bienestar del grupo y que intentando cuidar a los gorilitas de su propia osadía les gritaban que no se acercaran demasiado a la cascada.
Sin embargo, el ímpetu de independencia y la curiosidad los empujaba a arrancarse escondidos durante un rato para lanzarse a sus refrescantes y desafiantes caudales. Les gustaba competir unos contra otros, para ver quien se atrevía a lanzarse de más alto, ya que solo los más grandes y maduros se atrevían a lanzase desde donde el cause se cortaba en una estrepitosa caída de treinta y cinco metros, sin duda alguna, era un signo de orgullo el pertenecer a dichoso grupo.
El más joven de ellos miraba como se lanzaban unos tras otros, cada cual tras el vitoreo de los demás, mientras se imaginaba lo maravilloso que podría ser el lograr semejante hazaña. Sus pensamientos iban y venían entre que se daba ánimo para subir y que se inhibía temerosamente llenándose de justificaciones sobre las posibles consecuencias negativas por hacerlo.
Poco a poco se atrevió a subir, pero con solo mirar hacia abajo ya no se atrevía a saltar, ya que se sentía mareado y lleno de pensamientos, como si el fondo de la cascada se acercaba violentamente hasta su cabeza.
Los años no pasaron en vano, el gorilita cada vez se lanzaba de más alto, hasta que un día… su cuerpo por fin era el de un gorila joven, se sentía preparado para saltar, sus pasos eran firmes como la roca que pisaba y el viento soplaba sobre su frente. Saltó sin retorno sobre los vapores generados por el rápido… fue un salto perfecto, como el que siempre soñó, se sumergió fasta el fondo de la poza, donde podía ver a los peces, algas, pirgüines, y tortugas, le gustaba nadar sumergido hasta la otra orilla y mirar hacia arriba como se acercaba a la luz venida desde la superficie.
“¿Qué será esa silueta?” se preguntaba mientras miraba hacia arriba. Grande fue su sorpresa cuando al emerger se encontró con la miraba tímida, coqueta y curiosa de una gorilita. “Pareces un sueño ¿Quién eres?”, le preguntó el gorilita, “Estaba mirando como saltabas de la cascada”, le contestó. Sus miradas y pestañeos, eran inocentes, puros, sencillos y sinceros, así como lo era también el sonido del agua, el frío de las rocas, los acogedores árboles brindándoles su sombra, la cálida luz del sol, la suavidad del viento soplando y toda la naturaleza que los rodeaba, mostrándose tal cual eran, sin nada más que ellos.
Desde ese día su relación se hizo cada vez más profunda, les gustaba escuchar a los pajaritos cantar, ver el nacimiento de las liebres, salir a caminar o corretear por los pasajes del bosque y durante las tardes mirar el atardecer desde el peñasco más alto de la montaña.
Una fresca mañana los gorilitas, casi sin darse cuenta, fueron perdiendo sus huellas en un misterioso lugar que nunca habían explorado. Al parecer, se trataba de las antiguas ruinas de una ciudad antigua, perdida en la frondosidad y en el tiempo. Eran los registros olvidados de una gran civilización extinta hace millones de años.
Se adentraron en lo incógnito de sus construcciones, oscuras y enmohecidas. Sus paredes, cielos y suelos se encontraban llenas de signos, de los cuales emanaba el murmuro de profundos secretos y heroicas historias.
Los gorilitas iban todos los días, era su escondite, lo pasaban muy bien… hasta que un día de sorpresa los asaltó una cuadrilla de camionetas llenas de cazadores, los gorilitas salieron corriendo, pero ella cansada no podía seguir el paso, hasta que la atraparon. El gorilita se escondió aterrorizado en medio de un viejo tranco apolillado, pensaba que su compañera venía detrás de él, lo único que podía hacer era mirar atónito como se la llevaban.
El gorilita se sentía culpable, con miedo a que en cualquier momento podían volver los despiadados cazadores que se habían llevado a su querida gorilita, deambulaba triste por el bosque, abatido, como sin razones para seguir, acercarse a la cascada y a los otros gorilas le traía los recuerdos de su amada compañera; es por eso que pasaba los días solo y triste.
En un ataque de ira, impotencia y frustración, corría desesperadamente por todos los lugares por los que habían paseado alguna vez con la gorilita, esperando mágicamente encontrarla en uno ellos. Corría por los bordes del río, corría hasta la cima de la montaña, corría por los diferentes pasajes del bosque y por cada uno de los pasillos las ruinas. Estaba cansado, simplemente se sentó a llorar.
Con sus ojos aún mojados, se dio cuenta de un extraño pasadizo. Entró por el, para ver de que se trataba. De repente, comenzó a sentir como la firmeza bajo sus pies crujía, intentó escapar, pero el piso cedió rápida y estrepitosamente.
Se precipitaba por un resbaladizo pasadizo subterráneo, no sabía donde llegaría, doblaba a la izquierda y luego a la derecha cada vez más rápido.
¡Bum!... salió volando hacia el exterior del pasadizo. Se encontraba en un lugar que nunca había visto, unos pastizales baldíos fuera de una industria, se encontraba en las afueras de una gran ciudad que se podía avistar a poco más de dos kilómetros.
Caminó hasta la ciudad, todo ante sus ojos era novedoso, sin embargo, más extrañados se sentían las personas que pasaban por su lado mirándolo raro, se preguntaban que es lo que hacía un gorila caminando por la ciudad. Pero el no hacía caso a las miradas extrañadas y simplemente seguía adelante.
Cuando llagó al centro de la ciudad, descubrió el zoológico, donde había muchos animales, esto le pareció curioso de manera que decidió entrar. Grande fue su sorpresa cuando encontró a su querida gorilita en una de las jaulas, se acercaron y tomaron sus manos entre los barrotes, ¡estaban tan emocionados!
El dueño del zoológico, creía que la benevolencia era la naturaleza original del universo, por eso se dedicaba a rescatar a los animales atrapados por cazadores, era un hombre sensible, que se conmovió tanto con la escena de los gorilitas reencontrándose que decidió devolverlos a su hábitat natural, dentro de la reserva.
Varios años después un grupo de pequeños gorilitas revoloteaba juguetonamente a la orilla de la cascada. Los gorilitas rescatados por el dueño del zoológico habían madurado y les contaban a los más jóvenes sus aventuras y las lecciones que habían aprendido de ellas.

viernes, 5 de noviembre de 2010

La rica historia de los chinos en Chile, retratada en una persona



Muchos perciben que existe un mundo aparte en la vida de las comunidades chinas en el exterior, pero, sin la esparanza de entenderlo, son pocos los que intentan adentrarse. Para sumergir al lector en ese mundo, La Gran Época encontró al guía ideal: un cuidadano chino de 101 años de edad, que reside en Chile hace 82 de ellos.

Fung Hon Lin, rebautizado como Julio Font, es un inmigrante chino que reside en Iquique desde 1928, una ciudad al norte de Chile.

“De joven estaba lleno de entusiasmo, quería trabajar para la familia y el negocio; siempre quise regresar a mi tierra natal China… pero los tiempos cambian y la vida a veces nos dice que no”, dice Julio Font.

El año pasado, cuando celebró su centenario, fue reconocido por el gobierno chileno debido a su destacada trayectoria como comerciante, político y padre de familia.

Sólo tenía 19 años cuando zarpó desde Hong Kong. Dejó atrás su ciudad natal, Singan, en la provincia de Cantón, para venir a ayudar a Jorge, su hermano mayor, en el negocio que abrió en las salitreras. El compromiso fue que algún día retornaría a su tierra natal.

Tardó 60 días en llegar a Chile. Fue un viaje lleno de aventura y peligro. Cuando llegó, tomó un tren que lo llevaría hasta el negocio de su hermano, el cual, según refiere, “era un arca de Noé, en el que había de todo”. Al comienzo, mientras aprendía a hablar español, se encargaba de la cocina, y luego se dedicó a la atención del público. En 1950 logró independizarse económicamente, pero debido a la crisis del salitre, se trasladó a Iquique, donde reside actualmente.

A los 34 años, conoció a Blanca Navarrete, quien desde entonces ha sido su esposa. Juntos formaron una gran familia. Sus hijos -Julio, Blanca, Laijin, Siugen y Yiatmen- son todos profesionales. Gracias a ellos tienen once nietos y dos bisnietos.

La vida de Julio Font ha sido tranquila y esforzada, dedicada a los negocios, al deporte, a la familia y la política. Aunque actualmente sufre un poco de sordera, tiene buen ánimo y está saludable, considerando su avanzada edad. Además, está al tanto de la actualidad mundial y en una entrevista nos confiesa sus agudas opiniones sobre la China de hoy y por qué cree que se llegó a tal punto. Dice que toda la situación actual influyó para que se produjera un distanciamiento entre los chinos dentro y fuera de China; y explica y cómo esto hizo difícil su retorno a su patria natal.

Iquique tiene muchos puntos de encuentro con la historia China, a tal punto que el arroz y el té son parte tradicional de la idiosincrasia iquiqueña. Este es un testimonio del legado que nos han dejado como herencia. Por ejemplo, los pueblos originarios de América tienen un evidente parecido a los nativos chinos, tanto en la lingüística, cosmología, vestimenta, música y otras formas de arte. Esto suele explicarse por las migraciones de los pueblos provenientes desde Asia hasta el continente americano hace cerca de 36.000 años atrás.

Antes de la Guerra del Pacífico, a una gran cantidad de chinos provenientes de Macao (llamados culíes), se les ilusionó con viajar al sur de Perú, un lugar de gran bonanza económica, gracias a la explotación del guano. Estos chinos, esperanzados por tener mejores perspectivas de vida, llegaron engañados a la zona, y se vieron obligados a trabajar como esclavos en las covaderas peruanas. En ese lugar estaba el General Patricio Lynch, que había luchado en la Guerra del Opio, quien convenció a los culíes para que lucharan por Chile en la Guerra del Pacífico a cambio de su libertad. Los culíes, con su característico sentido de gratitud, propio del confucianismo, lo apodaron el Príncipe Rojo y se enrolaron voluntariamente en la tropa chilena, destacándose por su bravura en la ocupación de lo que es actualmente el norte de Chile.

Chile ganó la guerra, de manera que a partir de entonces, las salitreras fueron un centro en el que se establecieron muchos chinos, quienes se dedicaron principalmente al comercio.

Posteriormente, llegaron dos grandes grupos más de orientales. En 1940 comenzaron a abrir una serie de chifas (restauranes de comida china) y, desde los años 90, gracias a la apertura de la zona franca, se instalaron con una gran cantidad de puestos que surten con productos importados desde China. Sin embargo, estos grupos se encuentran fuertemente divididos.

El ex dirigente de la colectividad, Alberto Chong Yez, señala con tristeza al periódico La Estrella que: “es muy difícil terminar con las divisiones”. Por eso, le pedimos a Don Julio Font que nos explicara por qué se generaba dicha división.

Don Julio nos contó que “al comienzo los chinos eran más unidos, pero en China la división política entre el nacionalismo y el maoísmo se fue haciendo cada vez mayor… En el Club Chung Wha, cuando China estuvo en guerra con Japón, nos encontrábamos lejos, pero por amor a la patria intentamos ayudar, hacíamos kermés para reunir fondos y finalmente se logró resistir la invasión. La comunidad mantenía aquí un hospital, clubes sociales, una cancha, y además, la Escuela Centenario… Uno quería viajar a China, pero las guerras o las crisis no nos permitían volver. No tienes una fortuna para ir y venir, además, acá tengo a mi familia y negocio”.

“Aunque logramos recuperar los territorios, ahora en China hay dos bandos. Antes, China era libre y más democrática, pero se terminó. En los tiempos de Mao fue muy terrible la persecución. La gente no podía tener sus creencia y opiniones, por eso es que soñamos con recuperar China para que vuelva a la democracia. Con la política de una nación con dos sistemas, se intentó unificar a los comunistas y nacionalistas, y la situación mejoró mucho, se logró sacar adelante económicamente al país, hubo más progreso… pero uno, con sus ideas nacionalistas siempre desea una nación libre, en que cada uno exprese sus ideas abiertamente… Los chinos de este tiempo son distintos a nosotros, ellos, con sus ideas comunistas, hacen las cosas cada uno por su cuenta y algunos de ellos tienen malos hábitos. Desde los años 50, Chung Wha está regido por los comunistas, es por eso que nosotros nos juntamos en el Chen Ning Hui, pero la mayoría de los chinos de esos tiempos ya murieron, solo quedan sus hijos…La situación con los taiwaneses es mejor, ellos tienen más educación y conocen bien la situación”, explica Font.

Para acortar las diferencias, Julio recomienda a los chinos leer la edición en chino del periódico La Gran Epoca.“Es necesario que ellos se informen, que se informen más sobre lo que está pasando”, explica.

Julio se encuentra muy agradecido de Chile. “La situación es muy buena, y cada día va mejor. Estoy muy contento con el progreso, la libertad y el trabajo que tengo. Me siento muy conforme porque logré la nacionalidad chilena y, felizmente, con la ayuda de ella (su señora) logré vivir tranquilo durante 80 años… ¿Qué más puedo pedir de la vida?”

Pero los 82 años en Chile no le han cambiado a Julio la sangre, y trata de no perder contacto con sus raíces en China. "Lo bueno es que a diferencia de otras familias que han perdido el contacto con China, nosotros lo mantenemos. Hace unos días, nos llamó un sobrino, y hace un tiempo atrás pudimos viajar para vernos”.