Muchos perciben que existe un mundo aparte en la vida de las comunidades chinas en el exterior, pero, sin la esparanza de entenderlo, son pocos los que intentan adentrarse. Para sumergir al lector en ese mundo, La Gran Época encontró al guía ideal: un cuidadano chino de 101 años de edad, que reside en Chile hace 82 de ellos.
Fung Hon Lin, rebautizado como Julio Font, es un inmigrante chino que reside en Iquique desde 1928, una ciudad al norte de Chile.
“De joven estaba lleno de entusiasmo, quería trabajar para la familia y el negocio; siempre quise regresar a mi tierra natal China… pero los tiempos cambian y la vida a veces nos dice que no”, dice Julio Font.
El año pasado, cuando celebró su centenario, fue reconocido por el gobierno chileno debido a su destacada trayectoria como comerciante, político y padre de familia.
Sólo tenía 19 años cuando zarpó desde Hong Kong. Dejó atrás su ciudad natal, Singan, en la provincia de Cantón, para venir a ayudar a Jorge, su hermano mayor, en el negocio que abrió en las salitreras. El compromiso fue que algún día retornaría a su tierra natal.
Tardó 60 días en llegar a Chile. Fue un viaje lleno de aventura y peligro. Cuando llegó, tomó un tren que lo llevaría hasta el negocio de su hermano, el cual, según refiere, “era un arca de Noé, en el que había de todo”. Al comienzo, mientras aprendía a hablar español, se encargaba de la cocina, y luego se dedicó a la atención del público. En 1950 logró independizarse económicamente, pero debido a la crisis del salitre, se trasladó a Iquique, donde reside actualmente.
A los 34 años, conoció a Blanca Navarrete, quien desde entonces ha sido su esposa. Juntos formaron una gran familia. Sus hijos -Julio, Blanca, Laijin, Siugen y Yiatmen- son todos profesionales. Gracias a ellos tienen once nietos y dos bisnietos.
La vida de Julio Font ha sido tranquila y esforzada, dedicada a los negocios, al deporte, a la familia y la política. Aunque actualmente sufre un poco de sordera, tiene buen ánimo y está saludable, considerando su avanzada edad. Además, está al tanto de la actualidad mundial y en una entrevista nos confiesa sus agudas opiniones sobre la China de hoy y por qué cree que se llegó a tal punto. Dice que toda la situación actual influyó para que se produjera un distanciamiento entre los chinos dentro y fuera de China; y explica y cómo esto hizo difícil su retorno a su patria natal.
Iquique tiene muchos puntos de encuentro con la historia China, a tal punto que el arroz y el té son parte tradicional de la idiosincrasia iquiqueña. Este es un testimonio del legado que nos han dejado como herencia. Por ejemplo, los pueblos originarios de América tienen un evidente parecido a los nativos chinos, tanto en la lingüística, cosmología, vestimenta, música y otras formas de arte. Esto suele explicarse por las migraciones de los pueblos provenientes desde Asia hasta el continente americano hace cerca de 36.000 años atrás.
Antes de la Guerra del Pacífico, a una gran cantidad de chinos provenientes de Macao (llamados culíes), se les ilusionó con viajar al sur de Perú, un lugar de gran bonanza económica, gracias a la explotación del guano. Estos chinos, esperanzados por tener mejores perspectivas de vida, llegaron engañados a la zona, y se vieron obligados a trabajar como esclavos en las covaderas peruanas. En ese lugar estaba el General Patricio Lynch, que había luchado en la Guerra del Opio, quien convenció a los culíes para que lucharan por Chile en la Guerra del Pacífico a cambio de su libertad. Los culíes, con su característico sentido de gratitud, propio del confucianismo, lo apodaron el Príncipe Rojo y se enrolaron voluntariamente en la tropa chilena, destacándose por su bravura en la ocupación de lo que es actualmente el norte de Chile.
Chile ganó la guerra, de manera que a partir de entonces, las salitreras fueron un centro en el que se establecieron muchos chinos, quienes se dedicaron principalmente al comercio.
Posteriormente, llegaron dos grandes grupos más de orientales. En 1940 comenzaron a abrir una serie de chifas (restauranes de comida china) y, desde los años 90, gracias a la apertura de la zona franca, se instalaron con una gran cantidad de puestos que surten con productos importados desde China. Sin embargo, estos grupos se encuentran fuertemente divididos.
El ex dirigente de la colectividad, Alberto Chong Yez, señala con tristeza al periódico La Estrella que: “es muy difícil terminar con las divisiones”. Por eso, le pedimos a Don Julio Font que nos explicara por qué se generaba dicha división.
Don Julio nos contó que “al comienzo los chinos eran más unidos, pero en China la división política entre el nacionalismo y el maoísmo se fue haciendo cada vez mayor… En el Club Chung Wha, cuando China estuvo en guerra con Japón, nos encontrábamos lejos, pero por amor a la patria intentamos ayudar, hacíamos kermés para reunir fondos y finalmente se logró resistir la invasión. La comunidad mantenía aquí un hospital, clubes sociales, una cancha, y además, la Escuela Centenario… Uno quería viajar a China, pero las guerras o las crisis no nos permitían volver. No tienes una fortuna para ir y venir, además, acá tengo a mi familia y negocio”.
“Aunque logramos recuperar los territorios, ahora en China hay dos bandos. Antes, China era libre y más democrática, pero se terminó. En los tiempos de Mao fue muy terrible la persecución. La gente no podía tener sus creencia y opiniones, por eso es que soñamos con recuperar China para que vuelva a la democracia. Con la política de una nación con dos sistemas, se intentó unificar a los comunistas y nacionalistas, y la situación mejoró mucho, se logró sacar adelante económicamente al país, hubo más progreso… pero uno, con sus ideas nacionalistas siempre desea una nación libre, en que cada uno exprese sus ideas abiertamente… Los chinos de este tiempo son distintos a nosotros, ellos, con sus ideas comunistas, hacen las cosas cada uno por su cuenta y algunos de ellos tienen malos hábitos. Desde los años 50, Chung Wha está regido por los comunistas, es por eso que nosotros nos juntamos en el Chen Ning Hui, pero la mayoría de los chinos de esos tiempos ya murieron, solo quedan sus hijos…La situación con los taiwaneses es mejor, ellos tienen más educación y conocen bien la situación”, explica Font.
Para acortar las diferencias, Julio recomienda a los chinos leer la edición en chino del periódico La Gran Epoca.“Es necesario que ellos se informen, que se informen más sobre lo que está pasando”, explica.
Julio se encuentra muy agradecido de Chile. “La situación es muy buena, y cada día va mejor. Estoy muy contento con el progreso, la libertad y el trabajo que tengo. Me siento muy conforme porque logré la nacionalidad chilena y, felizmente, con la ayuda de ella (su señora) logré vivir tranquilo durante 80 años… ¿Qué más puedo pedir de la vida?”
Pero los 82 años en Chile no le han cambiado a Julio la sangre, y trata de no perder contacto con sus raíces en China. "Lo bueno es que a diferencia de otras familias que han perdido el contacto con China, nosotros lo mantenemos. Hace unos días, nos llamó un sobrino, y hace un tiempo atrás pudimos viajar para vernos”.
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