Valores desde Jung y Schwartz; desarrollo de la Persona Integra
Rodrigo González, 2009.
Planteamiento:
En el contexto de de la sociedad actual, dos son los temas que aparecen
en la escena mundial como emergentes y es de suma importancia poder comprenderlos: el primero de los temas
es la crisis de identidad; el segundo el de la crisis de los valores. El menos estudiado
de ellos es el de los valores, por lo cual se ha decidido profundizar en este
tema.
Los valores
son elementos mediadores en los procesos motivacionales (específicamente los
procesos de valoración, tanto primaria como secundaria) que unen las
necesidades con las metas, de manera que configuran proyectivamente el sentido
de vida. Además, son elementos simbólicos, es decir que unen el mundo interno
con el mundo externo, por lo cual tienen un carácter adaptativo, manifestándose
fundamentalmente en las actitudes; y permiten a la persona o grupos, basándose
en el pasado, en la identidad y la situación, proyectarse a través del tiempo
hacia el futuro, en otras palabras tienen una naturaleza existencial, por
cuanto se encuentran asociados a un logos, lo cual permite evaluar las
consecuencias de la conducta, es decir que son fundamentalmente recursos
éticos, que permiten distinguir el bien del mal y que se estructuran de forma
jerárquica, en una escala axiológica. Esta,
a su vez está estrechamente
relacionada con la estructura cognitiva, más específicamente con el sistema de
creencias centrales (el autoconcepto en relación a los otros significativos),
lo que hace de los valores un componente central y resistente al cambio. Los valores se estructuran como una rueda en
una serie de oposiciones en cuyo centro se encuentra el si-mismo asociado al
valor trascendencia, dándole un sentido y un significado a los demás valores,
es decir permitiendo el proceso de individuación. El psiquismo inviste
de energía psíquica los significados asociados a determinado valor (constitutivo
de procesos motivacionales a nivel consciente), reprimiendo los valores que
quedan precisamente en el otro extremo de la estructura (constituyéndose de
esta manera en elementos mediadores en los procesos motivacionales a nivel
inconsciente).
Por otro
lado, existe un acuerdo generalizado sobre la relación entre los valores y la
identidad, por una parte se considera a la identificación como el proceso
introyectivo más básico, aquí sería justo decir que la valoración es el
principal proceso proyectivo, ambos procesos en conjunto permiten la
configuración de una realidad psíquica,
con sentido (gracias a los valores) y con significado (gracias a las
identificaciones), estos procesos se estructuran dinámicamente en un ciclo de
identificación-valoración. Cuando interactuamos con otros podemos
identificarnos o no con sus valores y esto va establecer una forma particular
de relación, al mismo tiempo, podemos valorar cierto tipo de relación, de
manera que tiene sentido para nosotros identificarnos con ellos. Lo mismo hace
la otra persona, transformándose este ciclo, en un proceso de ida y vuelta, se
puede observar al repetirse este proceso sucesivas veces, que los procesos de
construcción de significado y sentidos son intersubjetivos, auque no
necesariamente son concientes, de hecho cuando tenemos dificultades para
identificarnos con los valores de otro, es precisamente una manifestación de la
proyección de aspectos inconcientes en nosotros mismos, un buen ejemplo de
ello, seria una persona que rechaza sus
necesidades hedonistas (necesidades corporales como la alimentación, la
intimidad etc) priorizando meramente por aquellos valores que enfatizan en la tradición y la conformidad (como es el caso de las personas apegadas a una religión en particular) Ahora bien, una persona más integrada en sus
valores, puede empatizar mejor con otras personas y al mismo tiempo tendrá
mayores posibilidades de proyectar en la configuración del campo interpersonal,
aspectos más compatibles con la otra persona, es decir será capaz de integrar
en el campo, aquellos valores contrapuestos en la estructura de valores, de
forma que estos resulten en una más fácil identificación del otro con sus
propios valores contrapuestos. Desde esta perspectiva, al interactuar con una Persona
Integra Valóricamente, se debería poder constatar, una configuración del
campo en la cual predomine la empatía y aceptación; una construcción de
significado y sentidos compatibles, y una facilitación en los procesos de
Integración del otro.
Toda
persona tiene una actitud favorable hacia aquellos o aquello, que sean
compatibles con sus valores y creencias, las actitudes son una directa manifestación
de los valores, solo que los valores son transituacionales, en cambio en las
actitudes se aplican estos valores en una situación específica. Suelen
manifestarse en los sentimientos, las cogniciones y conducta, mas no sin antes,
ser mediada por diversas variables, pero cuando logran manifestarse en la
conducta, logran reforzarse a si mismas, configurando un hábito virtuoso. Una
vez que se ha desarrollado una virtud, se genera una reconfiguración en la
Identidad de la persona, “soy una persona que tiene tal virtud”, lo que abre
las puertas a un nuevo horizonte de desafíos, al establecimiento de valores más
amplios y al desarrollo de nuevas virtudes. Las crisis, son un momento en el
cual el Yo se confronta consigo mismo, poniendo en juego una serie de
mecanismos defensivos propios de su funcionamiento. Cuando estos no dan
resultado, se hace necesario una acomodación de los esquemas, una
desorganización y posterior reorganización de los mismos, por lo cual son estos
los momentos más propicios para intervenir en los procesos de valoración, en el momento en el cual puede aparecer una
persona con sus valores integrados, que configure en el campo de la relación
una construcción de significados y sentidos que le permitan a la persona en
crisis reorganizarse adaptativamente.
La crisis de identidad y de valores es un hecho
social a nivel macro, pero existe en la interacción simbólica de nuestras
relaciones cotidianas, estando estrechamente conectados a los procesos de
valoración e identificación a nivel interpersonal. Es por esto, que nuestro
desarrollo personal como psicólogos es imprescindible para la eficacia de
nuestras intervenciones, siendo nuestra responsabilidad el hacernos cargo de la
realidad psicosocial en la cual estamos inmersos.
Estado
del Arte – Investigaciones sobre el tema:
Actualmente Schwartz
(2006) es un autor de lectura indispensable para cualquiera que desee
profundizar en este tema. Su principal aporte constituye la elaboración de una
estructura de valores (autodirección, estímulo, hedonismo, logro, poder,
seguridad, conformidad, tradición, espiritualidad, benevolencia y universalismo),
estable transculturalmente. En donde cada
valor tendría una correspondencia con un dominio motivacional, permitiendo así
satisfacer diferentes necesidades, orientando a la persona hacia objetivos (ya
sea terminales o instrumentales) para tales propósitos. De e esta manera, toda
persona tiende a aprobar ciertos valores y a rechazar otros, que se ubicarían
en la estructura de valores en una posición contraria. Sin embargo, el valor
trascendencia merece una interpretación independiente, ya que su ubicación en
la estructura de valores es controvertida, usualmente se le ubica en una
posición central entre todos los valores, como el eje de una rueda que hace
girar en torno a ella a todos los otros valores.
Pero no solo es relevante
conocer la estructura de los valores, sino que también lo es la comprensión sobre
su dinámica. En este aspecto Jung (1929)
ha sido probablemente el que más ha profundizado sobre este punto. Según su
perspectiva existen dos sistemas psíquicos, el sistema de significados psicológicos
y el sistema de valores psicológicos. Este último sistema permite hacer
apreciaciones cuantitativas energéticas, en otras palabras valoraciones, en las
cuales se inviste de energía psíquica a un elemento nuclear en torno al cual se
forman constelaciones de elementos psíquicos, asociadas a contenidos
afectivamente cargados (complejo), estas proyecciones suelen tener un carácter
compensatorio, de manera que cuando un elemento es valorado, se ocupa una
considerable cantidad de energía psíquica para mantener reprimida su sombra, su
contraparte mantenida inconsciente. Es necesario destacar que si este proceso
falla, debido a un predominio de lo inconsciente, aparecen los antivalores o
valores contrarios. Estos contenidos concientes e inconcientes
pueden ser integrados en un
proceso de individuación, comprendiendo el valor afectivo que tienen cada uno
de ellos, de ahí que “Dios” supone el valor supremo, la máxima suma de energía
psíquica, ya que engloba todos los
valores opuestos.
El
principal aporte de Victor
Frankl (1946) fue
darle un carácter existencial a los valores, una proyección del sentido de vida
a través del tiempo, asociándolos a un logos determinado.
Erikson, concebía el desarrollo en una serie
de etapas psicosociales caracterizadas
por una situación de crisis (Papalia, 2001), las que requieren del equilibrio
entre una tendencia positiva y una negativa, de manera que se pueda reolver
dicha crisis mediante el desarrollo de una virtud (aunque las crisis no
necesariamente son normativas). De esta manera los valores de nuestra cultura,
con los valores a nivel personal se entran en conflicto dialécticamente, hasta
sintetizarse en una disposición que las pone en armonía.
Finalmente el interaccionismo simbólico tiene
sus orígenes en la teoría de Weber (1905), este autor observó que el desarrollo
de la cultura materialista se asociaba
al auge de los movimientos protestantes. Por otra parte, también se dio cuenta que
en otras culturas con un sistema de creencia y valores distintos, se modifican las
formas económicas y la cultura material,
en una dirección correspondiente a esos valores particulares. En otras
palabras, el movimiento dialéctico de la historia material está determinado por
el desarrollo del progreso de las superestructuras, en otras palabras, por las formas ideológicas que viven en la
interacción de cada uno de nosotros. Es en este punto en el cual teorías
posteriores profundizaron, destacándose en este sentido; las teorías de Representaciones Sociales de
Moscovici (Mora, 2002), la teoría del Habitus de Bordieu (1995), y la teoría de
Montero (1984) sobre el cambio social. Todas estas teorías hacen énfasis en los
cambios a nivel interpersonal y en como
estos procesos están conectados con los niveles macrosociales.
Aportes a la
Identidad local: Nuestra ciudad es testigo de
sucesivas oleadas de inmigrantes, aimaras, sureños, personas de todo tipo, con
sistemas de creencias y valores distintos. Por otra parte, la intolerancia y la
violencia de todo tipo abundan en nuestra cultura local. Es por eso que el
estudio de los valores y el papel que desempeñan sus procesos asociados en
nuestras intervenciones son de máxima relevancia y atingencia a nuestra
idiosincrasia.
Innovación
para la Psicología: El estudio de los valores en
si mismo es innovador, ya que
existen muy pocas investigaciones en
el tema, así también faltan metodologías
o formas reintervención para los valores.
Por otra parte, considero que enfatizar en esta área, además de
enriquecer los aspectos teóricos y
metodológicos de la Psicología, permiten tomar mayor conciencia respecto a las
motivaciones implícitas de nuestros actos y las responsabilidades que estos
conllevan.
Bibliografía
·
Frankl,
Victor. (1946). El hombre en búsqueda del sentido.
·
Weber,
Max. (1905). La Ética Protestante y el espíritu del capitalismo.
·
Mora,
Martín. (2002). Teoría de las Representaciones Sociales. Atenea Digital, Num. 2
(revista electrónica), disponible en: http://antalya.uab.es/athenea/num2/mora.pdf
·
Bourdieu,
Pierre. (1995). Las reglas del arte: génesis y estructura del campo
literario. Editorial Anagrama.
·
Schwartz,
Shalom, (2006). Worries and Values. Journal of Personality.
·
Montero,
Mariza. (1984). Psicología Comunitaria: Orígenes, Principios y Fundamentos Teóricos.
Revista Latino Americana de Psicología, Fundación Universitaria Honrad Lorenz.
·
Papalia,
Danie. (2001). Desarrollo Humano, Editorial Mc Graw-Hill Interamericana.
Colombia.
·
Jung,
(1929). El secreto de la flor de oro.
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